Perder sus sueños en la vida para ayudar a otros a descubrir los suyos; encontrando su corazón y propósito en el proceso: La historia de Chester Ruiz.

De niños todos soñamos con llegar a ser algo espectacular algún día en el futuro. Algunos quieren ser granjeros o policías, otros bomberos o astronautas. Para Chester Ruiz estaba claro: quería ser boxeador profesional. Como ocurre en el tortuoso camino de la vida, a menudo no conseguimos lo que queremos, sino lo que necesitamos. Esta lección de vida, nuestra medicina, no es algo que llegue con demasiada facilidad. Pero para quienes abrazan el camino de su alma, la búsqueda interior del corazón, el resultado es la felicidad.

El viaje del corazón no es uno que la mayoría elija fácilmente. Son susceptibles de encontrarse con un camino lleno de sorpresas cuando la vida no va como esperaban. Una vez abatido, es más fácil quedarse en el suelo que luchar por volver a ponerse en pie, encontrando un nuevo significado y propósito. No son los éxitos los que nos definen en la vida; son las luchas y los obstáculos que hemos tenido que superar en el proceso. Para cada persona, el proceso adquiere su propio significado relativo. Chester Ruiz no es una excepción.

A sus cincuenta y tres años, Chester tiene motivos de sobra para estar amargado con la vida. Creció en Loma de Mico, un barrio pobre de Granada (Nicaragua), con suelos de tierra y sin agua corriente, y con pocas posibilidades de éxito. En una casa con ocho hombres y dos mujeres, empobrecida por las condiciones de vida de su familia, se peleaba por cada miga de pan o trozo de arroz extra. Poco sabía lo que su educación significaría para su futuro.

De niño, a Chester siempre le gustó el boxeo. Henry, su hermano mayor, era boxeador desde que tenía uso de razón. Henry llegó a ser boxeador profesional, alcanzando el octavo puesto en la clasificación mundial (acumulando un Pro-Champ de Latinoamérica por el camino), pero cuando Chester se tomó en serio el deporte a los trece años, su hermano ya se había retirado. Henry, maestro de niños de profesión, pasó a crear un programa de boxeo amateur para los niños pobres del barrio. Henry fue una gran inspiración para Chester.

En su primer combate, a los trece años, fue noqueado. Ganó los cuatro combates siguientes. Lo tenía claro: quería ser campeón del mundo. Pero, ¿tenía Chester lo que hacía falta para conseguirlo? Llegó a disputar seis torneos nacionales. Ganó cinco de los seis, llevándose a casa cuatro medallas de bronce y una de plata. Tras un combate con Camilo Ortega en Managua, en el que ganó una medulla de oro, se vio obligado a alistarse en el ejército Nicaragüense. Pero fue una buena noticia para su futuro en el boxeo.

Todos los mejores boxeadores estaban en el ejército. Peleó con Rosendo Alvaraez, que llegó a ser Campeón del Mundo. Chester iba camino de cumplir su sueño. Nosotros tenemos nuestra agenda en la vida, pero la vida tiene la suya propia; este último plan siempre se sale con la suya. Sin embargo, todos los caminos llevan al mismo destino. En un viaje a casa para visitar a su familia, Chester sufrió un grave accidente. Se cayó de un camión de mudanzas sobre el codo, lo que supuso el fin de sus sueños de título mundial de boxeo. Se retiró a los veinte años.

No pasó mucho tiempo antes de que Chester volviera al ring, esta vez como su hermano mayor Henry: enseñando a los niños del barrio. Empezó a entrenar en la Escuela de Boxeo La Iguana Verde, un programa muy conocido y respetado en Nicaragua. En esta escuela se encontró rápidamente con boxeadores hambrientos que querían llegar a ser los mejores. Entrenó a Víctor Mayorga, que llegó a ser campeón del mundo. Por desgracia, Víctor nunca devolvió mucho a la comunidad en forma de gratitud.

Chester se casó a los veintidós años. Su esposa, Melania, tenía veinticuatro años. Pronto formarían una familia. No sabía que su vida estaba a punto de dar más vueltas, llevándose todo lo que amaba, incluida su familia. Sus hermanos tenían talento para la música y pasaban tiempo juntos cantando y tocando. Pensaban que era bueno, que tenía lo que hacía falta para triunfar en un campo tan competitivo. Uno de sus hermanos le animó a dedicarse a la música, a ser cantante.

Su prometedor grupo, Combo 76, tuvo un éxito de público casi inmediato. A menudo les invitaban a festivales nacionales, y a veces ganaban premios por su popularidad. Una vez cantaron en el Centro Recreativo, con capacidad para 1.000 personas. Con el tiempo, su fama y popularidad les catapultaron a un programa de televisión nacional en 1992. En ese momento Chester interpretaba el papel de cantante de éxito durante el día, pero era un bebedor compulsivo por la noche. Esto empezaba a afectar a su forma de cantar y de vivir.

Es sólo cuestión de tiempo que nuestro lado oscuro asome la cabeza. La realidad de Chester empeoraba día a día. Era habitual que se pasara el día y la noche bebiendo. No era raro que Chester se despertara en la calle, completamente vestido, magullado y maltrecho, al amanecer, después de una larga noche de juerga. Una vez revelada nuestra verdad, podemos elegir entre parar o continuar. Chester siguió bebiendo hasta acabar con su carrera musical a los treinta y cinco años.

Chester había tocado fondo. Había perseguido sin descanso dos grandes oportunidades para salir él y su familia del gueto y crear una vida normal para ellos, y ambas habían fracasado. Y, lo que es más, en lo más profundo de su ser, Chester se sentía decepcionado consigo mismo y con su familia, un auténtico fracaso en la vida. Para añadir sal a la herida, dos años antes, cuando nació su hija con síndrome de Down, hizo la promesa a Dios de que dejaría de beber. Pero no lo hizo. Y ahora su vida era un caos.

Chester, decidido a vencer a su demonio y a poner su vida en orden, tenía una misión. Una noche, su hermano mayor le llevó a una reunión de Alcohólicos Anónimos; desde entonces, su vida ha cambiado para mejor. El 15 de septiembre de 2009 bebió por última vez, lo que cambió su trayectoria vital. Siguió cantando los fines de semana para mantener vivo su amor y pasión por la música y la gente. Decidió volver a dar clases de boxeo.

Ahora formaba parte del programa de boxeo Alexis Aguello, y estaba de nuevo en la calle enseñando a los niños desde su corazón. Chester sabía que esto era lo que le hacía feliz en la vida, que su verdadera vocación era ayudar a los niños a formar parte de algo más grande que ellos, a encontrar una salida a los problemas cotidianos de la calle y, con suerte, algún día a la pobreza. Los niños se sienten muy motivados y resueltos al participar en un deporte tan ágil y resuelto, en el que el entrenamiento y el trabajo duro dan resultados, como en la vida.

Los niños de su programa proceden de la pobreza extrema y, como en el caso de Chester, todos crecieron sin agua corriente ni electricidad. Si no fuera por el programa; acabarían vagando por las calles, metiéndose inevitablemente en líos o algo peor, probablemente muertos. Proceden de los barrios llamados “Zonas Rojas” – calles por las que el Nicaragüense medio no se atrevería a transitar. Estos barrios están controlados por bandas de narcotraficantes; y la policía les suministra drogas abiertamente.

En la vida uno nunca sabe dónde se va a encontrar con un Chester. Nos conocimos porque cada mañana llegaba una moto a mi vivienda en Granada – era Chester que venía a trabajar como guardia de seguridad. Con el tiempo nos hicimos amigos, lo que me llevó a conocer su familia, su vida y sus antecedentes. Su historia no es diferente de la de cualquier persona que sueña con algo de niño o de adulto. Persiguió sus sueños dos veces en la vida y ambas acabaron en fracaso absoluto. Pero Chester es un boxeador que no se da por vencido.

La vida no siempre es como deseamos; nunca le pongas un lazo. Nunca puedes saber si el regalo llegará algún día – así que pierde tus expectativas. El universo siempre encuentra la manera de enviarnos mensajes sobre nuestro verdadero propósito en la vida. Cuanto más nos alejamos de nuestro único objetivo aquí en la tierra, más nos presiona el universo. Cuando no se les presta atención, el universo aumenta la frecuencia y la severidad de los mensaje(s). Hasta que el mensaje no se entienda claramente, persistirá en innumerables formas.

Como los boxeadores, todos somos derribados en la vida de vez en cuando. Seguro que en algún momento de tu vida te enfrentarás a una coyuntura así. No es ninguna vergüenza ser derribado en la vida, pero sí lo es decidir no volver a levantarse. Chester fue derribado más veces de las que cualquier boxeador querría admitir abiertamente, pero cada vez que esto ocurría encontraba rápidamente la semilla de la positividad, sembrando una esperanza renovada para el futuro de su familia – lo que le colocaba en un nuevo rumbo en la vida, un camino hacia una profunda satisfacción interior, hacia la felicidad.

Fue en su terquedad humana, luchando por sus sueños de ser boxeador y luego cantante profesional, habiendo perdido cada uno de ellos por abusar excesivamente del alcohol, y tras interminables barreras y batallas, que le llevaron a su punto psicológicamente más bajo, lo que permitió a Chester encontrar su verdadero camino en la vida: ayudar a los niños. Uno nunca puede conocer la grandeza si nunca lo intenta. Pero tampoco se puede saborear o conocer la felicidad interior si no se mira en lo más profundo, eligiendo la intensa búsqueda de la oscuridad para encontrar la luz.

Fue este oscuro y difícil camino, el menos transitado, el que le llevó finalmente a vencer al alcohol (su rival más duro) – a cumplir la promesa que le hizo a su hija y a su familia, y a volver a entrenar a niños, mientras perdía dos sueños durante un largo periodo de tiempo debido a una grave adicción, lo que llevó a Chester a realizar el agotador trabajo interior de sí mismo, de su alma, de la vida, que se requiere para hacer de la felicidad una parte cotidiana de la vida. Todas las respuestas a tus preguntas están en el anillo de la vida – ding, ding!

Chester es voluntario y recibe muy poca ayuda para sufragar los gastos de su programa de boxeo. Para hacer un donativo, póngase en contacto con él aquí.

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Publicado por docomo25

Steven Quigley, by age eight, was already an entrepreneur with his first business. He has traveled the world extensively, living in many countries, meeting people and collecting experiences that would later form his future. Before first having spent many years in South Asia, he eventually settled into a sales position on Wall Street. It was not long before he was back to business, eventually creating his own consumer finance firm, before his meeting with the express train – that changed everything. After a long journey inward, including recovery and healing from quadriplegia, he has re-emerged a new man, and is currently learning to walk again. He was enrolled as a graduate student at University of Pennsylvania until he withdrew to write his first book, Unbreakable Mind. As a result of that life changing journey, though some would say a natural fit, he is now an international speaker, author and clarity coach.

9 comentarios sobre “Perder sus sueños en la vida para ayudar a otros a descubrir los suyos; encontrando su corazón y propósito en el proceso: La historia de Chester Ruiz.

  1. Valiosa historia. Grandes cosas suceden cuando miramos al alma y dejamos de ver a la persona. Además del valioso testimonio de vida de Chéster, lo es también la forma curiosa y misteriosa en q La Vida nos encuentra, como sucedió aquí entre Steven y el boxeador..nunca antes, nunca después, justo ahora y siempre ahora… Gracias al escritor y al personaje de esta historia de Vida, q no seamos indiferentes a la realidad de otros, no podemos asumir el papel de salvadores pero siempre podemos brindar un poco de la Luz q somos. Buen Camino y gracias por compartir .

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  2. Que gran historia de fuerza, motivación, esperanza y ante todo de levantarse cada vez que estamos en el piso. El proceso duele, pero el resultado es bueno. Gracias por compartir.

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